Martes Santo 2013

Salió Jesús como de costumbre al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo: Orad, para no caer en la tentación. El se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y arrodillado, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo que lo animaba. En medio de su angustia oraba con más insistencia. Y le bajaba el sudor a goterones, como de sangre, hasta el suelo. (Lucas 22,39-44.)

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