Miércoles de Ceniza 2016

Con el Miércoles de Ceniza comenzamos prácticamente la Cuaresma. Jesús tuvo su cuaresma en el retiro del desierto. A él se retiró para tratar de ver con más claridad lo que el Padre esperaba de él. Es difícil que Dios hable entre el bullicio, cuando tenemos la mente llena de preocupaciones ajenas al plan de Dios. Por eso la Cuaresma debe ser un espacio de mayor reflexión, silencio interior y discernimiento. Por eso la conversión no depende, ni consiste, en lo que yo crea que debo hacer, sino en lo que Dios me pide. Por eso hay que “escuchar”. Y se trata, fundamentalmente, de llegar a celebrar la Pascua de este año, un poco más resucitados. Habiendo vencido un poco más a los miedos, a la desconfianza, a la falta de sensibilidad creyente. Haber vencido un poco más a la muerte, esperando la resurrección final que nos una definitivamente con Dios. Se trata de poner un poco más de paz y orden en nosotros mismos, haciendo que nuestros pensamientos, nuestros deseos, y nuestras actitudes estén más en sintonía con el evangelio, y con mayor decisión en el seguimiento de Cristo. No es un tiempo de grandes penitencias, ni grandes sacrificios, sino de grandes o pequeñas superaciones de nuestras indolentes perezas para servir mejor al Reino de Dios, en la fraternidad, la compasión, la solidaridad y la justicia.

En el camino de nuestra vida hay demasiadas piedras en el camino, que nos impiden caminar. Ir apartando esas piedras, y despejar el camino, para que el “Ven y sígueme” de Jesús, sea posible.
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